lunes, 25 de abril de 2016

"El hombre de la piel de oso" 2

Había una vez hace mucho tiempo, una familia pobre que tenía tres hijos; los dos hijos mayores trabajaban con el padre, pero no había trabajo para el más pequeño y decidió hacerse soldado para luchar por su país.
Cuando terminó de luchar volvió a casa pero allí ya no estaban sus padres, solamente estaban sus hermanos muy atareados con los negocios y no podían hacerse cargo de él. Sus hermanos le invitaron a quedarse a dormir allí esa noche, y al día siguiente cuando empezaba a asomar el sol, se marchó. Se puso a buscar trabajo por su ciudad, y al ver que no lo encontraba, se fue a las ciudades de los alrededores para seguir buscando.
Caminó durante horas por un bosque seco en el que los árboles no tenían hojas y los troncos estaban secos, y de repente vio a lo lejos un lugar verde con un montón de árboles muy bonitos y se dirigió hacia allí. Cuando por fin llegó, se sentó para tomar el fresco, y vio que desde detrás de los árboles, se le iba acercando una especie de animal que no había visto nunca antes. No le veía muy bien porque todavía estaba un poco lejos, pero a medida que se fue acercando se dio cuenta de que era una especie de cabra con dos cuernos que le salían de la cabeza muy grandes y una cola que destacaba por su longitud. El chico se quedó muy sorprendido al verle, y todavía se sorprendió más cuando le empezó a hablar.
La cabra se dirigió a él diciéndole que había oído por ahí que estaba sin trabajo y que ella podría hacerle muy rico si hacía un pacto con ella y cumplía una serie de condiciones. Para hacer una prueba de la valentía del muchacho, la cabra le dijo que se diera la vuelta, y el chico se encontró con un oso enorme y terrorífico. Rápidamente, el muchacho pensó en una estrategia para que el oso no le atacara, y le dejó tumbado en el suelo de forma que no supusiera ningún peligro. La cabra le dijo que al igual que la prueba del oso, el pacto que ella le iba a proponer tenía que ver con la valentía, y el chico pensó que si era así lo iba a conseguir superar porque él era un chico muy valiente. La cabra le explicó en qué consistía el reto: le iba a dar al chico lo que ella llevaba puesto, una piel de oso enorme que tendría que llevar con él a todas partes por encima como si fuera suya, y de su ropa podría sacar todo el oro que quisiera, solo tendría que meter la mano en los bolsillos para conseguirlo y podría ser el hombre más rico del mundo.
Para que esto se cumpliera, únicamente tendría que cumplir tres condiciones: la primera era no pedir ayuda a nadie, la segunda era que no podía dormir durante más de un día en el mismo sitio, y la tercera era que se tenía que poner la piel de oso y desde ese mismo instante no se podía asear. Todas esas condiciones las tendría que cumplir durante siete años. Si después de ese tiempo había cumplido todas las condiciones, se podía quedar con todo el oro que hubiera recaudado.
Al aceptar el reto, la cabra desapareció y el chico se fue con la piel de oso a la ciudad para guardar el dinero e invertirlo, de esa forma cuando volviera dentro de siete años todas sus riquezas estarían a buen recaudo. 
Compró un caballo y empezó a caminar y a pasar el tiempo. Los primeros días la gente le recibía muy bien, y a los que veía que necesitaba dinero se lo daba. El tiempo seguía pasando y año tras año se fue deteriorando; como no se podía duchar olía fatal, tenía las uñas larguísimas y el pelo sucio. La gente se apartaba de él.
Una tarde que empezaba a anochecer, encontró un granero a las afueras de la ciudad y decidió quedarse a dormir ahí aquella noche. A media noche, el joven seguía despierto, no podía conciliar el sueño, y de repente, oyó un lamento. Se acercó por donde oía aquel ruido, y se encontró con un hombre. El muchacho le preguntó qué era lo que sucedía, y el hombre le dijo que debía mucho dinero y que iba a ser muy desgraciado y sus hijas también. El chico le dijo que si el problema era por dinero, él se lo podía solucionar, y le dio dos puñados de monedas de oro.
Al día siguiente, el hombre al ver quién era la persona que le había ayudado se quedó muy sorprendido, pero como había solucionado su problema le invitó a su casa y a casarse con una de sus tres hijas. Emprendieron el camino hasta la casa del señor que se encontraba a unos cuantos kilómetros, y allí le presentó a sus tres hijas. Las dos hijas mayores se asustaron al ver al muchacho y no se querían acercar a él, pero la pequeña fue más amable con el chico y conversaron durante un rato.
Por la mañana, el señor le preguntó que cuál de sus hijas había elegido para casarse, y el chico le dijo que las condiciones en las que estaba no eran las adecuadas para desposar a una dama, pero el hombre insiste diciendo que cualquiera de ellas estaría encantada de ser su esposa. Las dos hijas mayores le miraban mal y le ponían caras de asco, sin embargo la pequeña se acercó a él y le dijo que debajo de toda esa apariencia tenía un corazón bondadoso y a ella no le importaba casarse con él; cuando acabara la promesa de los siete años, podría volver a por ella. El chico cogió un anillo que llevaba y lo partió por la mitad para entregárselo a la chica como promesa y que lo guardara para cuando volviera a por ella.
Durante el tiempo que le quedaba para cumplir la promesa con la cabra, siguió haciendo lo que había hecho hasta ese momento, y cuando se fue acercando la fecha del final del reto, se acercó al bosque en el que había hecho la promesa con la cabra.
La cabra apareció delante de él un poco enfadada porque el muchacho le había vencido, y le pidió que le devolviera su capa. En ese mismo momento, se intercambiaron los ropajes que llevaban y la cabra le dijo que se podía marchar. El chico le pidió que le dejara del mismo modo en el que le había conocido, y la cabra por arte de magia le devolvió su apariencia. Cuando la cabra se fue, el muchacho se montó en su caballo y se dirigió a la casa del señor en la que se encontraba su futura esposa.
Como ya estaba aseado y limpio, las tres hijas le recibieron con los brazos abiertos, incluso las dos mayores. A la hora de la cena, la hija pequeña se fue a la cocina a buscar algo, y en ese momento el muchacho dejó caer en su copa la mitad del anillo que había guardado. Cuando la chica fue a beber, encontró el anillo y entendió que la promesa de su boda seguía en pie y se puso muy contenta. La boda se celebró por todo lo alto, y todos estaban muy felices; todos excepto las dos hermanas mayores quieres corrompidas por la envidia se tomaron un brebaje que las dejó dormidas durante mucho tiempo.
Cuando el chico se dio cuenta de lo que había pasado, pensó en la cabra y en que al final, de un modo o de otro, la cabra había conseguido lo que había querido. Como no había podido acabar con él por lo fuerte y valiente que había sido, se llevó por delante a las dos hermanas de su mujer, quienes no habían sido igual de bondadosas que él.
Y colorín colorado… ¡Este cuento se ha acabado!

Los cambios que he hecho se han basado prácticamente en la idea de muerte y todo lo relacionado con el diablo o el alma. Introducir la muerte en un cuento para niños es un poco trágico, por eso en vez de hacer referencia a la muerte he puesto que se quedaban dormidos o directamente que ya no estaban en el lugar, como por ejemplo los padres. El diablo lo he representado como la cabra y no he hecho referencia al alma ya que para un niño un concepto abstracto como ese es difícil de comprender.
Me hubiera gustado contar el cuento en clase porque no es lo mismo leerlo escrito que escucharlo; la entonación y el énfasis que se le da es muy importante a la hora de transmitir el cuento, y más aún para niños.
Creo que este cuento sería adecuado para niños de 4-5 años; es un cuento de fácil comprensión y que a los niños de esta edad les resulta muy entretenido si se cuenta captando su atención. 

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